OPINION.- «All inclusive»: Turismo y regeneración de la ciudad

ANTONIO MAYOR

Asistimos cuando menos sorprendidos a un estéril debate sobre un supuesto modelo turístico de la ciudad de Benidorm, que creemos se genera al abrigo de esta última y peligrosa tendencia de cuestionar, paralizar y poner trabas a una de las actividades económicas que menos disgustos y mayores alegrías ha traído para la economía nacional, provincial y local en los últimos 25 años.
Como objetivo de las críticas, no podemos quedarnos impasibles ante los ataques injustificados al sector hotelero y al alojamiento turístico reglado que han sido y son el alma y el principal regenerador de la imagen de la ciudad.
Más de 600 millones de euros en los últimos 10 años avalan la reinversión permanente y puesta al día de las instalaciones de alojamiento, constituyendo un ejemplo a imitar por los demás sectores y por el mismo Ayuntamiento.
Pero la solidaridad con la ciudad de este sector no sólo se demuestra en estas millonarias cifras, sino también en dejar los hoteles abiertos durante el invierno, con precios que rozan el ridículo y las pérdidas económicas, pero que ayudan a que la ciudad mantenga volúmenes de actividad y que otros sectores pueden sobrevivir durante los meses de la temporada baja. Tan sólo el esfuerzo en iluminar toda las fachadas de los hoteles durante el invierno debería ser motivo de felicitación, porque de otra forma estaríamos ante una ciudad fantasma.
Así que seguramente sería más útil criticar menos al sector que más puestos de trabajo sostiene y que más contribuye vía impuestos y preocuparse más de regularizar los sectores de alojamiento ilegal y ese nuevo tipo de economía sumergida que está subiendo de forma alarmante.
Aunque no le guste a algunos, hemos sido y somos la locomotora que hay hecho posible el éxito de esta ciudad.
El debate sobre la modalidad del «todo incluido» revela un profundo desconocimiento del sector y de las básicas nociones de economía y empresa, así como una alarmante desinformación de los efectos catastróficos que iniciativas similares tuvieron en otros destinos turísticos. Sin «all inclusive» muchos productos de nueva creación complementarios a la oferta existente no hubieran podido aparecer, y el empobrecimiento de la oferta de la ciudad ahora sería un problema con difícil solución.
Benidorm, por su capacidad y por su volumen, no puede prescindir de esta modalidad que eligen los turistas, que es una tendencia mundial y que es un producto con demanda creciente. Ocho mil turistas entre 300.000 en el momento de mayor carga de visitantes no pueden resultar nunca un problema. El problema seguramente es otro, pero costará admitirlo.
Un turista de «todo incluido» buscará ese producto en los destinos que se lo proporcionen. Es una tendencia tan globalizada que incluso los resorts turísticos más exclusivos y cruceros lo ofrecen entre su catálogo de servicios. Así que el «todo incluido» nada tiene que ver con poderes adquisitivos o niveles de renta, ni con turistas de mejor o peor calidad.
Pero es que nos sorprende ver cómo aquellos que no invierten ni un euro en la promoción de la ciudad se permiten el lujo de culpar al «todo incluido» de sus males empresariales y buscar al alojamiento reglado como el chivo expiatorio.
Tenemos que recordar que desde la creación de la Fundación Turismo de Benidorm, HOSBEC ha cargado con el peso de la inversión privada tanto directa como indirecta, y que de las cuentas de resultados de sus asociados se recaudan anualmente más de 100.000€ para hacer frente a los compromisos adquiridos con el modelo turístico de la ciudad. A todo ello se suman las campañas institucionales de 450.000€ cada ejercicio, más las inversiones en publicidad que cada empresa hotelera realiza a nivel particular que no son pocas. Los que nos cuestionan no sólo no aportan nada, sino que dejan deudas por valor de más de 85.000€ sin ningún tipo de sonrojo.
Así que también sería más productivo dejar de criticar para participar, implicarse activamente en la promoción de Benidorm, y plantear todas sus dudas en los foros adecuados antes de saltar sin paracaídas al ruedo mediático.
Porque desde el sector de alojamiento pensamos que mucho más dañino que el «todo incluido» es para Benidorm la imagen tercermundista de los retranqueos de muchos comercios. Que el deterioro de la ciudad tiene otros responsables que no son precisamente los hoteleros. Que hay muchas vigas en el ojo propio como para poner el foco en aquello que no es precisamente un problema.
Para cualquier hotelero sería una maravilla poder vender sólo alojamiento y nada más. Cientos de problemas menos y mucha más rentabilidad. Pero si nos hubiéramos anquilosado en ese modelo habríamos desaparecido. En el mundo de la empresa la teoría de la evolución es una certeza, y sólo los que son capaces de adaptarse sobreviven a los cambios de los mercados, y pocos proteccionismos tienen éxito.

La actualidad económica internacional nos da una pista de por dónde van los tiros. Si ni siquiera Grecia, con su populismo y su referéndum, ha podido ir en contra de los mercados. El intentar alterar la evolución de la demanda y los gustos de los consumidores es una tarea baldía, estéril y censurable.
Qué fácil y gratuito es reivindicar un turismo de calidad y de exclusividad… en un país con 5 millones de parados. Se debería ser mucho más responsable con estos brindis al sol en momentos económicamente todavía críticos.
Desde luego que hay muchas cosas que mejorar y muchas cosas que cambiar, pero la autocrítica del funcionamiento de la ciudad no puede ser exclusivamente resumida por una modalidad de alojamiento.
Porque todos queremos cambiar el mundo, pero ninguno piensa en cambiarse a sí mismo.

Deja un comentario