Leopoldo Bernabeu
Es tal la desazón entre la ciudadanía española ante la vorágine de los acontecimientos, que la inmensa mayoría ha decidido dar por perdida la batalla para conseguir que las cosas cambien a mejor. Nos repetimos como papagayos que, haga lo que haga este Gobierno, nunca pasa nada. Y en cierto modo, hay razones de sobra para pensar así. Ya no hablamos de tener unas ideas u otras, ser de izquierda, derecha o centro. La cuestión es más global, es la indiferencia absoluta de una sociedad paralizada ante una avalancha de negligentes sucesos, impensables de llevar a cabo en un gobierno con el más mínimo sentido común y coherencia.
A falta de espíritu para soportar las inocentadas que antaño buscábamos al amanecer de cada 28 de diciembre, la más macabra se produjo ayer sin que la mayoría se dieran ni cuenta. Colisionaron dos hechos que a nadie hicieron sonreír, pero sí produjeron helor en la sangre. Mientras el colectivo de asociaciones gripadas del sector turístico se reunían con la Ministra y le mostraban, blanco sobre negro, las ayudas directas que sus colegas de otros países han recibido ante esta hecatombe, recibiendo a cambio la callada por respuesta, en todas las subvencionadas televisiones de este país, veíamos como el nuevo espectáculo consistía en pelearse por la cantidad de vacunas que a cada comunidad le corresponden, cual sorteo de lotería de fin de semana.
Cuando se empezaron a inocular las vacunas el domingo pasado, muchos recordamos lo vivido en los anteriores 288 días, desde aquel curioso viernes 13 de marzo en el que a todos nos confinaron como una experiencia nueva, pero sin calcular la verdadera odisea que se nos venía encima. Respiré y pensé que por fin estábamos ante el primer rayo de luz que se vislumbra después de tanta penumbra. Mi gozo en un pozo, pues aunque es cierto que la eficacia de la vacuna nunca va a depender de esta casta de advenedizos, su compra y distribución sí.
El elevado porcentaje de españoles ignorantes que vivimos pensando que esta debacle política no puede durar mucho más, nos volvimos a dar de frente ante la realidad, esa que nos muestra que se siguen inventando ridículas batallas mediáticas a la velocidad con la que sale y se pone el sol. Situaciones estériles que nacen para justificar los sueldos que todos les pagamos, pero sin aportar el más mínimo halo de solución, olvidando además, y esto es lo más preocupante, todas las libradas en días, semanas y meses anteriores, aunque la negligencia de quienes gobiernan haya costado la vida a miles de españoles.
Cada escándalo, cada engaño, tiene un impacto callado que traerá consecuencias. Los problemas son como un cono de arena que va creciendo poco a poco, de esos que creemos que no van a tener nunca repercusión, hasta que la montaña de este Gobierno se desmorone. Se puede mentir cuanto se quiera, pero para sostener ese equilibrio interno hacen falta cada vez más cómplices y las posibilidades de que alguien se vea decepcionado, son también cada vez mayores.
Ya tenemos la vacuna que ha de poner fin a esta pandemia, pero en este 2020 también se ha extendido otro virus, el de la incompetencia y la maldad de quienes han aprovechado estos meses para inocular otro veneno atroz, en enfrentamiento civil. Nos seguimos olvidando de lo principal, la decisiva recuperación económica si de verdad queremos superar este trauma sin que se eternice. ¿Estamos en las manos adecuadas para conseguirlo?. Sólo hay que ver la falta de tolerancia, respeto y sensibilidad entre quienes tienen que gestionar la rápida incursión de la vacuna entre el conjunto de españoles, para conocer la respuesta. Cada 24 horas se empecinan en volvernos a demostrar que son la clase de gente más estéril de cuanta pulula entre nosotros. Hoy la cuestión no es como acelerar la paupérrima llegada de dosis, prevista en cantidad tan obscena que solo prevé tener vacunada al 5% de la población para finales de marzo. No, no, la batalla que sonroja hasta los críos del tik tok, es ver como esta cuadrilla de cuadrúpedos del pleistoceno se pelean por ver cuantas me envías a mí y cuántas a aquel, que yo soy de los tuyos y aquel no. Alucinante
Lo peor de todo, porque siempre hay algo que supera lo anterior y no es creíble tanta ignorancia, es la sensación de que estamos ante otra ficción premeditada. Alguien a quien este maquiavélico juego le viene saliendo redondo desde hace tiempo, tiene previsto que mientras esta nueva polémica se extiende, el populacho se va olvidando de las maldades conseguidas hasta hoy y no presta atención a las que están cociéndose a fuego lento, como el indulto a la tropa de delincuentes que en 2017 fraguaron un golpe de estado en Cataluña, por poner sólo un ejemplo. En fin, disfruten lo votado.